Desde hace unos 15 años al menos, algunas organizaciones de la sociedad civil y algunas funcionarias de gobierno de diferentes dependencias en México hemos promovido medidas para conciliar el trabajo y la familia, así como de corresponsabilidad familiar que faciliten la inserción, permanencia y promoción de las mujeres en el mundo laboral y empresarial. Entre estas medidas están la flexibilización de horarios, el teletrabajo o “ho-me-office”, la ampliación de servicios de cuidados para los dependientes económicos (como guarderías, estancias infantiles, albergues de día para personas adultas mayores o personas con discapacidad, etcétera), licencias más adecuadas de paternidad, la provisión de becas profesionalizantes para que las mujeres puedan acceder a puestos de decisión, entre otros.
Aún cuando el avance en estos temas ha sido lento y parcial en nuestro país, pues aún permanecen como prestaciones de carácter voluntario por parte de los cen-tros de trabajo, la pandemia del corona-virus que desencadena la enfermedad Covid-19 nos ha venido a revolucionar a marchas forzadas el tener que hacer todo desde casa: la vida laboral, la vida social, las actividades de cuidado tanto de la sa-lud como de sobrevivencia, hasta el “ho-me-schooling” que requiere de esfuerzos titánicos entre más chicos de edad sean las hijas e hijos en la familia. A esto se ha añadido el estrés que enfrentamos por la incertidumbre laboral que representa que una gran de actividades económicas paren, el estrés por las noticias desolado-ras que recibimos por el crecimiento de los contagios, así como el estrés propio de gestionar toda nuestra vida dentro de cuatro paredes durante las 24 horas del día los siete días de la semana.
Si bien, durante años, que digo, siglos, el trabajo de cuidados que en su mayoría ejercen al mujeres a interior de los ho-gares no ha sido reconocido, ahora no sólo se constituye como esencial para la sobrevivencia ante una emergencia sanitaria, sino que se duplica, triplica y cuatriplica, cuando se espera que sean ellas, nosotras, las mujeres, quieren resolvamos todo lo que acontece en el espacio doméstico porque se supone que esos son nuestros “ámbitos naturales” de acción. Esto puede ser doblemente injusto, porque entonces surge un reconocimiento superfluo de la importancia del trabajo de cuidados con la idea de re-forzar que las responsables son las mujeres, cuando por justicia, es un asunto de corresponsabilidad compartida entre todos los integrantes de las familias.
Esto puede traer consecuencias negativas en muchos sentidos. Al incrementarse el estrés de todos los que cohabitan, la convivencia familiar puede tornarse tensa, desembocando en episodios de violencia contra las mujeres, y contra las y los niños, que pueden llegar a la muerte. En lo que va de la cuarentena han asesinado a 210 mujeres, de las cuales, 163 son presuntamente casos de feminicidio y de éstas, 16 eran niñas menores de 14 años. De acuerdo con la Red Nacional de Refugios (RNR) las llamadas y los mensajes de ayuda contra diversos tipos de violencias de género aumentaron más del 80 por ciento. Es por ello, que desde diversos espacios se ha estado exigiendo que ante estas medidas de confinamiento en casa y dado que no todas las familias cuentan con ambientes de convivencia libres de violencia, se refuercen medidas de auxilio oportunas que permitan hacer frente a lo que ha sido nuestra pandemia permanente el México: la violencia contra las mujeres.
Adicionalmente, con o sin violencia en casa, pueden surgir – o reforzarse – condiciones de salud mental que ponen en riesgo la estabilidad emocional de todos los integrantes de las familias: como la depresión, la ansiedad, fobias, tras-tornos de la alimentación, de movilidad, entre otros, por lo cual, resulta fundamental no solo contar con sistemas de apoyo a la salud emocional y mental de las mujeres y sus familias, sino ir diseñando un esquema de readaptación social posterior a la cuarentena, pues el paso lento de reincorporación sanitaria, económica y social que tendremos cuando sea momento de salir a la calle, nos impondrá nuevas formas de ser y hacer en todos los sentidos.
Ante todo esto mi propuesta es buscar toda la ayuda posible para lidiar el día a día con calma: con oración, con mú-sica, con lectura, con juego, acudiendo por teléfono o por redes a quien pueda escucharnos, ya sea por amistad o de forma profesional, recurrir a aquello que nos permita hacer pausas para to-mar aliento, sin sobre-exigirnos para cumplir agendas, expectativas y roles que necesitan romperse ante lo que estamos viviendo. Este momento de la historia nos recuerda que sin el auto-cuidado es muy complejo contribuir al cuidado de otros.
Medio de comunicación que informa sobre temas de la equidad de género, así como de la participación de la mujer en la vida política, laboral, empresarial, social y familiar.
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