El Puente de Cempasúchil: Cuando las Almas Vuelven a Bailar

Cierra los ojos. Siente cómo el aire de noviembre se vuelve miel y humo. Un pétalo de cempasúchil roza tu mejilla como la caricia de una abuela que ya no está… pero que nunca se fue. Es 2025, y el Día de Muertos no es un recuerdo: es un latido. En Gunaa Revista, te llevo de la mano por este puente de flores donde las mujeres líderes —tú, yo, ellas— abren la puerta al Mictlán con manos temblorosas de emoción. ¡Ven, chingona, que las almas ya vienen bailando!

I. El Primer Susurro (28 de octubre) Ella llega primero: la tía que murió en accidente, con su risa de cascabel. No pide permiso. Cruza el velo con el aroma del pan recién horneado que su hija —ahora madre— coloca en la ofrenda. “Aquí estoy”, dice sin palabras, mientras la vela parpadea como un guiño.

II. Las Niñas Olvidadas (29-30 de octubre) Después, un coro de risas infantiles. Son las que partieron antes de cumplir años, las que nunca tuvieron foto en la pared. Las mujeres de la casa les ponen juguetes de madera, dulces envueltos en papel china. “No las olvidamos”, susurra la abuela, y el viento responde con campanitas.

III. El Regreso de los Pequeños (31 de octubre – 1 de noviembre) ¡Qué algarabía! Los niños llegan en tropel, con sus camisas bordadas y sus ojos de estrella. Sus madres —guardianas del altar— les dejan agua fresca, porque el camino es largo. Una emprendedora moderna coloca semillas de cempasúchil en la ofrenda: “Para que florezcan donde ellas jueen”.

IV. Las Almas Mayores (2 de noviembre) Y entonces… ellas. Las matriarcas. La bisabuela que enseñó a cocer mole de olla, la tía que bordaba sueños en servilletas. Llegan con paso firme, envueltas en rebozos de copal. La Catrina —esa dama elegante que Posada dibujó en 1910 y Diego bautizó— las guía con su sombrero de plumas. “La muerte no nos calla”, parece decir mientras las mujeres de la casa encienden la última vela.

El Puente que Ellas Tejen Todo empieza con ellas: las mujeres. Desde los tiempos de Mictecacíhuatl —la diosa azteca de los huesos— hasta hoy, son ellas quienes limpian el altar, colocan la sal para purificar, esparcen pétalos para guiar. Cada nivel del altar es un escalón que ellas construyen:

  • Cielo: cruz y fotos.
  • Tierra: pan, frutas, recuerdos.
  • Mictlán: calaveras de azúcar que ríen.

Una artesana de Oaxaca susurra mientras pinta una calaverita: “Esta es para mi abuela. Ella me enseñó que la muerte es solo un cambio de vestido”.

La Catrina que Vive en Ti Mírate al espejo. El maquillaje de esqueleto no es disfraz: es armadura. José Guadalupe Posada la creó para burlarse de los que olvidan sus raíces. Diego la vistió de gala. Tú la haces caminar por las calles en 2025, con tacones que resuenan: “Aquí estoy, y mis ancestras conmigo”.

El Final que Nunca Termina Cuando la última vela se apaga, no hay adiós. Solo un “hasta el próximo año”. Las almas se van, pero dejan su esencia en el mole que sabe a hogar, en la calaverita que escribió tu sobrina:

“Aquí yace el miedo, que se murió de risa cuando vio a las mujeres tejiendo puentes con flores.”

Como un río de cempasúchil que nunca se seca, el Día de Muertos te lleva en su corriente. En cada pétalo, una ancestra te susurra: “Sigue”. En cada vela, tu liderazgo se enciende. Que esta tradición sea tu brújula: honra, recuerda, vive. ¡El puente está abierto, y tú eres la guardiana! 🌟

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Deyanira Álvarez, Gunaa Revista

Directora General de Gunaa Revista

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